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El punto de reunión se fijó para las 21 horas del día previo al Jueves Santo en la confortable hostería de nuestro amigo Santiago Azulay en La Riojana localidad de Chilecito. Poco más de 1200 kilómetros desde Buenos Aires y bastante menos para los participantes del Interior del país que respondieron a la convocatoria estos amigos-organizadores de viajes de Buenos Aires. Más de 24 personas y 9 vehículos 4x4 se distendían luego del largo enlace. Los primeros disfrutando enseguida las cualidades de los vinos Riojanos que circularon frente al fuego y los segundos francamente aliviados por la descarga de equipaje que como en todo viaje “multi-clima” desafiaba irrespetuosamente al consabido orden impuesto por las amas de casa en su relación con la guarda de vestimenta adecuada para una u otra estación del año. Finalmente usaríamos todas. Las diferentes tonadas (Había Mendocinos, Cordobeses y Santafesinos) daban por tierra al impersonal trato que los muchos e-mail intercambiados con anterioridad al viaje normalmente imponen, ahora eran caras y formas de expresarse que uno ni imagina cuando los lee en su pantalla. Los primeros “personajes” del grupo hacían una tibia presentación de caracteres que con el correr de los días se convertirán en formas y trato fácilmente reconocible en el VHF. Ya teníamos a nuestro General (El lenguaje militar y los modismos típicos de un miembro de las fuerzas armadas) que le confirió carácter de “columna” a la travesía, donde solo la vanguardia y la retaguardia eran consideradas aptas para reportase a la comandancia, un juego entre los muchos otros que más tarde llegarían para divertimento del alegre grupo. Ya había una cuestión clara, estábamos allí para divertirnos y así fue. La Mejicana y los lavadores de Oro del Famatina La charla posterior a la cena del primer día sobre los eventos que sucederían al día siguiente no alcanzó para aliviar la cara de sorpresa de los noveles travesistas cuando con planificada estrategia y desde la estación Nro.1 del famoso cable-carril, doy cuenta de nuestro destino del día. Era aquella pequeña construcción de tamaño infinitesimal que asomaba casi rozando la línea de nieves eternas del Co. Gral. Belgrano (6097m) y que marcaba el final del cable de casi 34 km. de largo de ésta monumental obra. La instructiva charla del guía del museo, ya no sería tomada de la misma risueña forma que al principio. Las dudas sobre la acertada elección en la compra de las relucientes 4x4 que hasta ahora solo acompañaron en las incursiones al súper, pasaron a tener categoría de existencial. Solo en camino y después de notar un cierto y sospechoso “silencio de radio” quedó aclarado dos de los secretos hasta ahora guardados de La Mejicana. Transitaríamos por el cauce de un río y por ende no habría altas cornisas adrenalínicas (Eso lo dejábamos para el segundo día...) y la extensión del recorrido en ascenso era tal, que las pendientes no eran escarpadas (Eso también lo dejaríamos para mañana,... aunque ahora no era momento de comentarlo). Las mejoras en el camino efectuadas por la minera canadiense Barrik, aliviaron y relajaron en mucho la primera de las asignaturas, digamos que llevándola al terreno escolar, la primaria estaba aprobada. Solo las caras de felicidad y alivio al llegar casi a los 5000 m y la última de las estaciones del cable-carril, compitieron con la alegría de los participantes al poder llevarse a casa hermosas piedras con brillos dorados que esparcidas por doquier, antaño llenaban las vagonetas que hicieron famosa a ésta mina y al nevado de Famatina, convirtiendo a este en el Cerro Rico local. Con el oro en nuestros bolsillos y las retinas llenas de los colores del Arco Iris, iniciamos nuestro descenso, donde el proceso industrial se convertía en una dura epopeya manual, conoceríamos a un auténtico lavador de oro. Punto para la Organización. José intentaba evaluar el porqué éste grupo de flamantes vehículos estacionaban frente a su modesta vivienda de chapa y varios minutos más le costó evaluar si nuestro pedido de mostrar su técnica en el río ponía de alguna forma en peligro su medio de subsistencia. La sonrisa y simpatía de nuestra “Pocahontas” (La Rosarina Josefina, bien podría competir por Miss Simpatía) terminó de ablandar cualquier sospecha. Una breve caminata al arroyo nos puso frente a su herramienta de trabajo, una suma de elementos increíblemente familiares para nosotros (Una chapa de cinc revestida con retazos de tela corderoy de rayas gruesas y goma de alfombra de auto), proveían a éste señor de “tan solo” 4 grs. diarios de oro de 22 quilates. Las reglas eran simples, primero localizaba y embolsaba la preciada arena aurífera que debía ser transportada a su domado y claro arroyito de montaña. Luego con solo arrojar la arena en el extremo superior de la canaleta, el agua y la gravedad hacían el resto del trabajo. Las briznas de Oro quedaban adheridas a la tela y solo bastaba con “lavarlas” de la tela exprimiendo el agua de la tela sobre su “chaila” –simple plato cónico de zinc- en cuyo fondo y para sorpresa de las señoras del grupo, el oro brillaba y aparecía entre la negra arena ferrosa. Eufóricos por haber “encontrado oro”, enfilamos para Chilecito, la graduación de la primaria y la altura nos había dejado agotados. El espectacular locro y la Sra. “vidalera” especialmente contratada, remató el final de un largo y espectacular primer día de travesía.
La aparición de nuestro amigo y anfitrión Oscar Lhez con su geólogo de confianza (Debo aclarar que Oscar es propietario del Cerro Negro en donde está emplazada Mina el Oro), proveniente de familia de mineros, hace lo que puede por fomentar el turismo geológico minero en su provincia, abriendo circuitos 4x4 al frente de sus máquinas viales de ser necesario –y esta vez lo fue- ya que una reciente lluvia, arrasó con los accesos a la mina. La fundición Santa Florentina y la espectacular Estación Nro.2 sirvieron de prólogo para lo que vendría después, un trazado solo aptos para vehículos todo-terreno y con algunas materias básicas aprobadas. Las huellas y las trepadas se complicaron bastante, la escuela secundaria ya no parecía tan sencilla. La sola visión de las finas e inclinadas huellas para acceder a los portezuelos que debíamos atravesar ponía la piel de gallina hasta al más pintado. Una vez llegados al refugio de Oscar, un rápido cambio de la tracción 4x4 por la 1x2 –empezó la caminata- puso en agenda la futura visita al gimnasio. Más de una docena de veces debimos haber cruzado el río El Oro, que amarillo y torrentoso puso la cuota justa de diversión, solidaridad y entretenimiento al programa. Interceptar unos arrieros a último momento y negociar la montura, “pa´ver como suben” fue una picardía de algunos muy festejada por el resto. La visita a las instalaciones abandonadas y una breve incursión a los socavones, solo fue un breve descanso para encarar la bajada. La humita caliente en Las Placetas dejó más que contentos a nuestra vapuleada anatomía. Atardecía y era hora de no perderse la caída del sol en la Cuesta de Miranda. El grupo ahora recibido y relajado, hasta se daba el gusto de contar chistes por radio mientras bajaba desde los 3000 m. El viaje a nuestra nueva base en Vinchina, fue relajado y risueño. Recordar los nombres por radio de viejos personajes de caricaturas animadas y series de TV., nos entretuvo más de 100 kilómetros,... los cuentos de ovnis y dinosaurios estaban reservados para el día siguiente.
Madrugar después de una larga sobremesa al aire libre en una magnífica y estrellada noche cordillerana, no fue fácil. Convencer a la Organización que de un respiro tampoco. Finalmente la Organización cedió, el horario de partida sería a las 9.30 AM. Estrellas Diaguitas, huellas de dinosaurio, increíbles formaciones en piedra, fueron antesala del cambio de vestuario que los 4400 msnm obligaron a efectuar en el colorido mirador del Co. Pilar. “La Brava” estaba cerca y nuestro objetivo a solo 15 km. de campo traviesa. Finalmente la graduación, la materia final. Debíamos subir por la parte baja de la ensilladura de un cerro para alcanzar luego un claro objetivo 4x4. Un siniestrado avión Curtiss que en el 64 aterrizo de emergencia en el salar de la Laguna Brava dejando un fatal saldo de yeguas de carrera muertas al intentar salir del salar por la vía más corta, aquí la más traicionera. Por el camino más largo pero más seguro, una larga fila india se encolumnó tras el guía y con la ayuda del viento a favor, en solo 20’ estábamos sobre los restos del avión. Las cámaras fotográficas con trabajo a destajo. Las caras de felicidad por haber logrado “el objetivo” seguro serán materia colgante en casa de alguno de los integrantes “de la fuerza”. A paso firme y con el deber cumplido, solo nos quedaba una asignatura, los intrigantes géisers de la laguna. Rápidamente la incursión se transformo en una tarea humanitaria, ya pasadas las 6 PM y cuando nos disponíamos a volver de una cada vez más ventosa y fría Laguna Brava, una chica corría desesperada hacia nuestra “retaguardia” que se alejaba rauda del lugar. Su novio y una pareja amiga habían enterrado su vehículo en el borde del salar. Pasar la noche allí, por las bermudas y las hojotas que traían puestas, no era una opción calculada de antemano por ellos. Una rápida maniobra de malacate puso a salvo de la impiedad de la puna a éstos improvisados viajeros y a nosotros con algo más que contar en nuestro viaje de regreso al hotel. Será por eso que la cena se prolongó otra vez hasta las 2 AM. ?
Agregar algo sobre todo lo escrito de los fabulosos Parques Nacionales de Talampaya e Ischigualasto, sería soberbio de nuestra parte. Solo un cambio de vehículos y muchos rollos de fotos gastados pusieron término a esta fabulosa e intensa travesía. Una rápida despedida en un encuentro de rutas y la caravana se deshizo en varias direcciones, cada uno a su provincia. Todas lejanas, pero todos prometimos volver a juntarnos para viajar. Igual que con los aniversarios de “egresados”. “el Colo” - Gustavo
Hartingh
El primer día arrancamos desde el Museo del Cablecarril en la Estación N° 1 en Chilecito. Desde allí siguiendo el tendido de las torres, a lo lejos, arriba y a la derecha en la montaña, se puede "Adivinar" nuestro destino: La Estación N° 9 de Mina La Mejicana
Un poco más cerca...
La Estación N° 1 del Cablecarril
Empieza el camino...
Una parada en el Portezuelo Blanco con un colorido maravilloso
Y seguimos...
Acá se puede ver la unión de dos arroyos de distintos colores: Aguas amarillas el de la derecha por el contenido de Ocre y aguas translúcidas el de la izquierda
Ya estamos más cerca
La caravana en la Cueva de Pérez
Vista desde la Estación N° 9 (4224 msnm) hacia el camino
Las instalaciones del Cablecarril, desde donde partía el mineral hacia la Estación N° 1 en Chilecito, luego de un "Viaje" de 12 horas
Luego de un almuerzo liviano, tomar las fotos de rigor y colectar algunas "Piedritas" (¿Oro...? ¡Ni ahí...!), empezamos el regreso a Chilecito
El Cañón del Ocre
“Leonardo di Caprio” en una producción telúrica de Titanic (¡Je...!)
Otro día y otro destino: Mina El Oro. Comenzamos visitando la Estación N° 2 del Cablecarril de La Mejicana (De paso en el camino)
Y seguimos hacia "El Oro"
Sin llegar a ser algo extremo, las condiciones del camino serían muy distintas a las del día anterior.
Después de aquí, llegamos al paraje Las Placetas para realizar una "Escala Técnica" y continuar un corto trecho en 4x4 hasta el lugar que cambiamos a "1x2" (A pata...) con destino a la mina propiamente dicha, ya que el camino estaba intransitable debido a un reciente aluvión. Bueno casi todos... Algunos siguieron unos metros en la cómoda caja de la Toyota Land Cruiser del geólogo... Igual, la bajada fue fácil, pero la subida al regreso...
Varias veces debimos cruzar el Río El Oro
Aquí se ven unos "Jinetes" que estaban allí de ¿Casualidad?, con quienes el Colo negoció montura en varias ocasiones sin llegar a un acuerdo. Al final, nosotros seguimos a pata y ellos sacaron a "Pasear" a los caballos (Los cruzaríamos en el camino de regreso a Vinchina)
El puente colgante que lleva a los socavones de la mina
Uno de los socavones por dentro
Desde afuera
Las instalaciones donde se procesaba el mineral
El motor del viejo generador
Todo muy lindo, pero el regreso hacia donde quedaron las chatas fue mortal (Sobre todo la trepada final...). Por suerte, en Las Placetas nos esperaba una Humita ESPECTACULAR, que devoramos alrededor de las 16:00 hs. (Los muchachos estaban muy ocupados y le dieron poca bola al fotógrafo...)
Con la panza llena y alguna demora debido a temas impostergables que debió atender "El General" a último momento, pusimos rumbo a Vinchina, desde donde saldríamos al día siguiente hacia Laguna Brava Tercer día, camino a “La Brava” y las primeras imágenes imponentes: La Pirámide de Piedra
La Herradura
El Grupo de “Forajidos” en Alto Jagüe
Y otros paisajes bellísimos
Sobre el salar en camino al Avión
¡Llegamos sin hundirnos en ningún lado...!
El avión
"Casi" todas las chatas con el cerro ¿Bonete? de fondo
Los Géisers
Una vista de arriba FOTO 51 Y la despedida al día siguiente en el Valle de la Luna
Foto satelital con el track completo del viaje
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