GRAN RUTA TRANSAMERICANA DE LA SAL

ARGENTINA, BOLIVIA, CHILE

 

Ellos ya tienen miles de kilómetros recorridos juntos. Compartieron muchas vivencias juntos. Con sus propias camionetas, como copilotos, como invitados de otros grupos y organizaciones de viajeros. Comenzaron con salidas cercanas –inolvidables Talaveras– después, viajes de “bautismo” –el comienzo en Cerro Aspero– siguieron, casi sin darse cuenta, asados, cumpleaños, y sociales que alimentan su amistad hasta el día de hoy. Continuaron con mas travesías –Mendoza, Neuquén, Misiones…–, hasta que pasados los dos años desde aquel Aspero 2002 realizado como grupo independiente, partieron a su primer destino internacional: Salar de Uyuni, Republica de Bolivia y San Pedro de Atacama, Republica de Chile.

Los viajeros transamericanos fueron:

Pablo “Dandy” Perez, Gusti y Ceci

Javier “Delta 1”Pla y Pau

Carlos “Alta Presion” Correia y Silvia

Andres G. "Zorro del Desierto" y Verónica

 

Estos son quizas, los integrantes con mas millas de “Frequent Flyer” del TAT, quienes tenían una firme determinación que daba impulso a la necesidad de alcanzar este destino, casi una asignatura pendiente tras recorrer tantos kilómetros dentro de nuestra querida Argentina.

 

Enlace Buenos Aires - Salta

Sabado 14 de Agosto, tempranito, tempranito. El punto de partida fue una estación de servicio sobre la RN9, lugar de reencuentro y abrazos con Andres, que desde hacia tres meses vivía fuera del país.

Aprovechando el Rey Sol iluminando el paisaje e intercambiando las buenas nuevas transcurrió la primer parte de este enlace, en el que venía todo viento en popa, hasta que la camioneta de Andres comenzo a denunciar alta temperatura de funcionamiento en el motor. Nos detuvimos obedeciendo a este aviso en una YPF, y mientras esperabamos que el motor enfriara para poder revisarlo, cargamos combustible en nuestros cuerpitos.

 

 

El primer acusado en el juicio “Buen Funcionamiento de Motor contra Alta Temperatura” fue el sospechoso de siempre, alias “El Termostato”, autor en otras oportunidades del mismo crimen, y encontrado culpable en la gran mayoría de los casos, por lo que el jurado determinó como primera medida, desmembrarlo y desterrarlo de la sociedad mecánica motriz y verificar el encauzamiento del funcionamiento de la misma.

 

 

Removido el elemento, avanzamos varios kilómetros mas, debiendo detenernos por el mismo síntoma en una segunda oportunidad, al pasar por un puesto de peaje cerca de La Banda, y en una tercera oportunidad, al llegar a la ciudad de Salta. Ya instalados en el Hotel Munay, dejamos los vehículos descansando en un estacionamiento a dos cuadras del hotel y nos preparamos para el proximo reencuentro del viaje.

Esta vez, los abrazos y besos fueron para el amigo Gary Pekarek de Alternativa Salta, quien un año atrás nos guiaba por las tierras salteñas en busca de huellas de dinosaurios durante el desarrollo del Desafio de los Dinosaurios. Gary se unio a nuestra cena para mantener el promedio de consumo de cerveza per cápita, peligrosamente comprometido debido a la presencia de las parejas de la mayoria de los viajeros. Comidas tipicas de por medio, charlas de por medio, risas de por medio y cervezas de por medio, por arriba y por abajo, dimos fin al encuentro para ir a descansar y partir a la mañana siguiente, luego de revisar a conciencia la camioneta de andres.

 

El tercer mundo no es solo un disco de Fito Paez.

La maniana del domingo nos reunio medianamente tempranito. Nos reunimos a desayunar y organizar el dia: las chicas iban a pasear al casco céntrico de la hermosísima capital salteña y los chicos, a la estación de servicio mas cercana a revisar el comportamiento del motor de la Hilux de Andres, cuyo diagnostico habia sido una “burbuja de aire” en el circuito de refrigeración, por lo que una purga general del sistema fue puesta en marcha inmediatamente.

 

 

Solucionado esto y ya reunidos con las chicas, nos despedimos afectuosamente de Gary para dar comienzo del segundo enlace: Salta – Tupiza, ciudad boliviana de la provincia de Potosí, primera escala internacional del grupo. Deseamos mucha suerte a Gary, quien tambien partiria pronto hacia Bolivia, en un viaje mucho mas aventurero aun, planeando adentrarse en la sociedad de los cocaleros para realizar un trabajo periodistico... (el pasado le debe tirar bastante a Gary, ya que trabajo anteriormente como corresponsal de guerra en el conflicto de Kosovo).

 

 

Arrancamos hacia La Quiaca, haciendo escala en Purmamarca, Jujuy, pueblo tan pintoresco y mágico que se vuelve imposible de evitar. Sesion de fotos obligada, y paseo por la plaza y sus alrededores para empaparnos de ese paisaje tan bonito (sin olvidarnos de darle a Pablo otra oportunidad de sacarle una foto en Blanco y Negro a la montania de los 7 colores...)

 

 

Al llegar a La Quiaca, nos preparamos para repostar en la estacion de servicio, sin perder oportunidad de detenernos a sacarnos una foto en el cartel que reza la distancia de mas de 5100 km hasta la austral ciudad de Usuahia.

 

 

 

Sin solucion de continuidad, nos dirigimos a iniciar los tramites de aduanas y migración, encontrándonos en vez de la burocracia esperada, un desalentador “En Bolivia esta cerrada la aduana, y Uds. deben declarar sus vehículos. No van a poder pasar.”… Y ahora, que hacer?

 

 

 

Pablo y Silvia decidieron no permitir que esta afirmación coartara nuestros planes de viaje, y adoptando una actitud casi novelezca, con caras tristes casi llorosas, se presentaron en las oficinas de aduana bolivianas. Se encontraron alli con un empleado que se presento como Ingeniero en Informática, que en ese momento se encontraba realizando mantenimiento del sistema, y que no estaba autorizado para realizar el trámite. Aquí comenzó su representación: “Pero por favorrrr… tenemos las reservas hechas….Snif...Necesitamos pasar… venimos desde Bs. As. sin dormir… buaa… dele…porfi…. llame a alguien por favor… A mi me dijeron en la embajada de Bolivia que se podía realizar el tramite durante las 24hrs…”

 

Mientras este pobre individuo escuchaba las suplicas desesperadas de Silvia y Pabo, ingresa al recinto una persona que se presenta como “Funcionaria de aduana”. Silvia y Pablo, explican nuevamente –sollozando, claro- la situación y la amable Funcionaria le indica entonces al Ingeniero que llame a otro funcionario que autorizaría a éste a realizar el tramite. Final feliz: la autorización se consigue, los vehículos van a poder ingresar a bolivia.

Y ahora si, a iniciar el tramite en argentina. La normalidad nos esperaba: La clasica burocracia de frontera nos demanda tramites de una hora en La Quiaca y de dos en Villazón, que incluyeron una caminata de solo 5 cuadras (las cuadras en Villazon miden aproximadamente 350 metros cada una) en subida para ir a sacar fotocopias de los documentos requeridos para el tramite de ingreso... de las personas que estaban ingresando a sacar las fotocopias... (este tipo de tramite suena a veces tan contradictorio como el termino Inteligencia Militar). Finalmente, entre llantos y tramites y luego de cuatro horas, los nueve viajantes ya estabamos legalmente migrados al país vecino.

 

 

No mas de 5 minutos de marcha nos separaban del primer peaje impuesto por el gobierno boliviano para el mantenimiento de las rutas (control de rodaje), donde oblamos los correspondientes 3 pesos bolivianos por vehículo para llegar hasta Tupiza. Continuamos avanzando, verificando claramente que el gobierno boliviano cumple: Mantiene las rutas en el peor de los estados posibles! Navegamos por GPS’s hasta la valla de ingreso a Tupiza, donde mientras algunos se ocupaban del pago de la segunda “Tasa de Rodaje”, otros ayudaban a Charly a cambiar una rueda trasera que había dicho “basta” ante la intensidad del ripio boliviano (notese que no se dice “bolita” porque justamente de bolita ese ripio no tenia nada!)

 

 

El tramite requerido para conseguir habitaciones en el Hotel no fue menos complejo que el del cruce de la aduana y su relato ameritaria un guion cinematografico y la actuación de varios interpretes de primera linea, por lo que quedara para otra oportunidad, o para alguna charla de café... Por suerte pudimos procuranos una cena en un galpón adaptado a restaurant-chino. Estacionar las chatas en el estacionamiento del hotel resulto muy similar a un partido de Tetris, por lo que meterse en las camas requirió un rato aún mayor del esperado.

El tercer mundo esta al alcance de nuestras manos, solo hace falta un rato para salir a buscarlo...

Como un regalo de Navidad.

El lunes por la maniana cancelamos la deuda con el hotel y comenzamos a desandar el enlace numero tres: Tupiza – Uyuni. En las afueras de Tupiza, recibiendo los primeros y calidos rayos solares, nos detuvimos para dedicar un rato a la primera y mas importante comidad del dia: el desayuno. Rapidamente circularon tés, cafés, galletas y bizcochos.

 

 

Media hora mas tarde estabamos nuevamente en marcha, comenzando un ascenso a una zona de altas cumbres, que nos mantuvo al nivel de las nubes durante un largo trecho, con leves nevadas incluidas.

 

 

El camino continuo sobre el lomo de estas montanias, y culmino este intenso escenario con un descenso hasta la ciudad minera de Atocha. La ruta de ingreso hasta esta ciudad no es menos interesante, ya que el mismo circula plenamente sobre el lecho de un rio de casi nulo caudal.

 

 

El by-pass del pueblo nos llevo paralelos al terraplen del ferrocarril, que escondia a no mas de un kilometro del pueblo, un inmenso cementerio, en donde descansan los cuerpos de miles de obreros que perdieran sus vidas trabajando en la mina de Atocha.

 

 

Sacadas ya las fotos de rigor del pintoresco pueblo, estabamos nuevamente en marcha, por un ripio casi devastador, en el cual la opcion mas razonable parecio el circular por el costado del camino. Unos cuantos kilómetros mas tarde ingresamos a un sector denominado por los locales como “Kilometro 33”, en donde el paisaje se transforma repentinamente debido a que el viento arrastra grandes cantidades de arena, haciendonos creer por un momento,que nos encontramos en el “empty quarter” en el norte africano.

Solo unos kilómetros mas adelante, llegamos al pueblo madre del Salar, el pueblo Uyuni, la ultima cuota de civilización antes del destino tan esperado… Fuimos recibidos alli por un hito de concreto que rezaba “Ruta de las Joyas Altiplanas – Uyuni – Hija Predilecta de Bolivia”

 

 

Estacionamos nuestros vehículos y –soportando la ansiedad por la inminente salida al salar– almorzamos disimulando la desesperación por la partida…

 

 

Antes de partir, nos dirigimos a la estacion de servicio para repostar combustible. Al llegar, se nos encontramos con dos largas filas de vehículos esperando recibir el refinado de petroleo… Nadie recibía combustible… Todos esperaban… Preguntando y hablando con los lugareños, nos enteramos que hacia tres días que en Uyuni no había combustible… opsss… Paciencia. Contactamos al encargado de la estacion de servicio, quien indico que en breves quince minutos llegaba el camión cisterna para cargar los depósitos de la estación y comenzar con el expendio.

 

 

Al mismo tiempo, notamos que no habia vehículos esperando para cargar Gas-Oil, por lo que respiramos aliviados sabiendo que una vez arribado el combustible, seriamos los primeros en recibirlo. Entablamos entonces una conversación con un lugareño que trabajaba en mantenimientos de caminos (pensandolo friamente, no debia trajar mucho...), quien –entre otras cosas- explico como era posible que en Bolivia existiera un parque automotor tan amplio en 4x4 ultimo modelo… ejem… off the records…

Solamente tres horas después de comenzada la charla, sonreiamos todos ante la llegada del camión cisterna!!! Claro, las sonrisas duraron segundos al ver que el camión descargaba solamente nafta…. y nada de Diesel. Después de una espera de media hora mas regresa el mismo cisterna para descargar el tan esperado Gas-Oil.

 

 

 

Las chatas ya con los tanques llenos y las chicas con Uyuni recorrido de punta a punta mas de quince veces indicaban que ya era tiempo para partir hacia el “Cementerio de Locomotoras”, un lugar silencioso y apartado donde reposan restos de locomotoras a vapor y vagones que datan de 1920,y que alguna vez recorrían los rieles bolivianos, reemplazados por los mas modernos convoys diesel-electricos. El espectáculo es tan interesante que casi nos obliga a disfrutarlo en silencio, mientras el sol nos dice adiós con sus últimos rayos del día, dejando una leve claridad en el horizonte, que se va perdiendo a medida que avanzamos hacia el oeste, hasta el punto de ingreso al salar.

 

 

El destino de esa noche era el Hotel de Sal “Playas Blancas”, que emplazado en medio del salar, representa una especie de “Palacio de los Hielos” del subdesarrollo, y que con una hermosura que no es necesariamente majestuosa genera una infinidad de “Guauuuuusss!” como pocos otros lugares.

Ingresamos al salar y pusimos proa al waypoint del hotel, rodeados de una oscuridad infinita que como una especie de papel de regalo negro, envolvía el tan ansiado presente y que como una analogía referente las primeras navidades que uno pueda recordar, tapaba y escondía con un manto de misterio por unas horas mas el impresionante escenario que estabamos punto de ver.

 

Llegamos al hotel y luego de descargar los bártulos y petates e instalados ya en nuestras habitaciones, salimos a las mesas de la puerta para disfrutar de una botella de vino, compartida entre todos a modo de brindis simbolico.

 

La cena dentro del hotel no nos resultó menos interesante que el viaje y ya sentados a la mesa, – hecha de bloques de sal al igual que el piso, las paredes, los bancos y todo el resto de la estructura del hotel excepto el techo – pudimos relajarnos y pensar en ir a dormir para apreciar la función matutina que nos esperaba en solo unas horas.

 

 

Martes 17 y el sol salio tan de a poco que dio tiempo a Charly de invertir un rollo entero de 36 exposiciones. Gusti tambien disfrutaba del amanecer, que probablemente fuera el mejor regalo de cumpleanios que pudiera recibir, acostado en el piso al frente del hotel.

 

Los viajeros mas remolones pudieron mirar por las ventanas de sus cuartos, asombrados por la inmensidad infinita encontrada detrás del vidrio... la sombra del hotel media mas de 1000 metros sobre la lisa superficie del salar, y las sombras propias hacían a uno sentirse como gigante al ver sus propia sombra proyectadas sobre elcaprichosamente hexagonal del suelo del salar.

El desayuno fue tan disfrutado como la cena, y luego de saldar la cuenta (que en algun tipo de coherencia para con el lugar, era algo, digamos... salada) nos agrupamos en la puerta del hotel para pegar una ultima mirada antes de arrancar con el recorrido de dia.

 

 

Nos pusimos en movimiento para ir de visita a la isla Incahuasi, avanzando en en direccion oeste. Aprovechamos este tramo de casi 70 kilometros para una interesante sesion fotografica, pruebas de velocidad final y para disfrutar, ventanas abiertas, de la sensación esa unica que solo puede vivirse alli... en medio de un salar.

 

Llegando a la isla, nos detuvimos a admirar la pila de piedras minada de cardones que es la isla Incahuasi, mientras dejamos que Carlos ejercitara su antigua profesion munido de su camara de 35 mm. Sus frutos estan a la vista.

 

Llegamos al estacionamiento del del lado sur de la isla, para encontrarnos con varias construcciones que según Gusti, no estaban ahí cuando el visitara el lugar un tiempo atrás...

 

Un paseo de algo mas de quince minutos llevo a Vero y Andres hasta la cima de la isla, desde donde la vista permite obtener una mas clara sensación de la inmensidad del lugar.

 

Luego de la visita nos retiramos un poco para disfrutar de un almuerzo muy especial, en medio del salar y musicalizados con el disco mas apropiado para el momento, “El lado oscuro de la luna” de Pink-Floyd.

 

Este fue el momento en que Pablo decidio darse “su gusto”. Hace mas de tres anios, cuando la mayoria de nosotros conocio a Pablo, lo primero que el preguntaba era: “Conoces el Salar de Uyuni?” – pregunta que por supuesto, estaba acompañada del obligatorio pedido de tracks, waypoints, rutas, etc. Claramente, este lugar era su destino soniado, el mismo que a la vez, llevo a Carlos Correia a ingresar a Toyoteros.com.ar

Pablo tomo su silla plegable, una copa de vino y un pedazo de queso y se sento solo a mirar el paisaje, blanco por donde se mire. Su nivel de relax llego casi a al punto alfa... fue una pena tener que “despertarlo” con nuestra necesidad de arrancar.

 

Un rato mas tarde estabamos buscando el modo de acceder al borde del salar, ya que el suelo estaba algo suelto y traicionero, casi complicandonos el acceso hacia el supuesto camino que nos llevaria a un pueblo de cuya existencia no teniamos mas confirmacion que su nombre sobre un mapa (que no es poco).

Franqueado ya este obstáculo, nos quedarian algunos metros mas aun por avanzar antes de estar en tierra firme, y aunque en algun momento sentimos que el piso nos jugaria una mala pasada, logramos salir de la zona baja sin atasco alguno (Si bien el piso no estaba digamos... firme... es posible que la suerte haya estado de nuestro lado esta vez). Ya estabamos en camino hacia Willa Wollu. El nombre del lugar hace pensar nuevamente en el continente africano, y el paisaje, tan desertico como la mayor parte de la puna, parece acompanar esa sensación.

 

Avanzamos tratando de encontrar el camino, el cual en ningun momento parecio haber existido como tal, o al menos, nunca parecio haber sido mas que una huella de caballos o mulas. La supuesta explotacion minera que figuraba en el mapa tampoco se hizo presente, lo que nos hacia dudar cada vez mas del éxito con que nuestro supuesto camino nos llevaria a destino.

 

La parte positiva de este avance a campo traviesa era la ausencia total del insoportable serrucho, tan caracteristico de los caminos bolivianos. Esto hacia que nuestro avance fuera mas rapido de lo esperado por lo que llegamos al extremo del valle sobre el que circulabamos en muy poco tiempo. Las laderas de las montanias que nos rodeaban eran relativamente suaves y subir en la direccion deseada no fue tan complicado.

 

Al llegar al abra descubrimos a la distancia, un caserio de no mas de 8 o 10 techos. Llegamos al mismo y para nuestra sorpresa, no habia ni un alma! Nada, todo el pueblo estaba cerrado con candados en las puertas... las mesas con los platos sobre ellas, las camas hechas, pero nadie alrededor.

 

La capilla del pueblo, ubicada en el extremo del cuadro central se encontraba abierta. Su particularmente baja puerta (como casi todas las puertas en bolivia) nos dejo ver en su interior. El piso de tierra, el altar de adobe al igual que las paredes, pintadas a la cal, generaban una imagen perteneciente a historias sobre antiguas civilizaciones, casi una especie de viaje al pasado.

 

Sonrientes por nuestro descubrimiento, continuamos avanzando hacia nuestro aun muy lejano destino para esa noche. Laguna Verde, a solo 220 kilometros era un enlace que por ripio sonaba muy logico con unas cinco horas de luz solar todavía disponibles... pero el ripio de bolivia volveria a sorprendernos.

 

Dejando atrás este precioso descubrimiento, nos subimos sobre las huellas de un camino que parecia muy poco frecuentado, aunque algunas huellas muy recientes se hacian presentes cada tanto... haciendonos pensar a veces en “cacho y su R12” y en las aventuras de este verdadero expedicionario/conquistador del siglo XXI, al tiempo que agradeciamos sus consejos y comentarios sobre estas latitudes.

El tortuoso avance nos llevo a encontrarnos con una superficie muy similar a un mayin (por suerte para el grupo, Andres habia cedido el volante de su chata a Gusti, por lo que no hubo que lamentar atasco alguno...) justo al oeste de una laguna de pequenias dimensiones, el cual cruzamos suavemente y solo unos metros mas adelante, ya estabamos sobre un camino bien marcado en direccion a al pequenio poblado de Yonza

 

En ese momento, un suave pitido proveniente del conversor de corriente de la camioneta de Pablo nos puso sobre aviso de que algo andaba mal... en realidad, muy mal... Segundos mas tarde, un olor penetrante y un humo no muy denso comenzaron a invadir el habitaculo de la unica SW4 del grupo. “Algo se quema!” grito Pablo y bajamos de las camionetas inmediatamente para verificar el estado de la instalacion electrica de la segunda bateria de la chata, ubicada detrás el panel trasero derecho, dentro del area de carga. Los bolsos del baul volaron fuera y mientras unas pequenias llamas comenzaban a salir, aparecieron los salvadores extinguidores para poner fin a un potencial desastre.

 

El rapido accionar nos salvo de esta mala pasada, y asi de rapido como nos detuvimos, ya estabamos nuevamente en marcha, aunque con el promedio de velocidad algo limitado, gracias a este imponderable y tambien gracias al desastroso estado de los caminos de la zona.

 

Ingresamos al pueblo de Yonza pasando por la plaza principal, doblando sobre una pila de piedras denominadas “calle” que nos guiaron a traves del pueblo hasta el camino de salida, pasando justo por la esquina de la unica iglesia del lugar.

 

Adelante nuestro podiamos ver una bifurcación, hacia la izquierda y alejandose de nuestro destino, un camino de ripio. Hacia la derecha, una versión boliviana del cerro aspero, con grandes piedras, cortadas y sin uso aparente en los ultimos 100 anios...

 

La opcion fue mas que clara, y mientras la primer chata colocaba la baja, el resto imaginaba un rato de diversión estilo trial. Este camino nos demoro aproximadamente una hora para recorrer casi 5 kilometros, debiendo buscar por donde avanzar, ya que el mismo habia sido totalmente borrado en algun momento por un alud de piedra y barro que hacia el avance aun mas tortuoso.

 

Ya sobre el camino correspondiente, notamos que nuestro horario de arribo a Laguna Verde seria a las seis... a las seis de la maniana del dia siguiente, por lo que hicimos planes para modificar el cronograma y programamos quedarnos a dormir en Chiguana, sin saber realmente de que se trataria ese lugar.

 

El ripio continuaba siendo lo mas parecido a una pista de pruebas para amortiguadores, generando vibraciones capaces de aflojar las emplomaduras de los dientes de los mas avezados viajeros. El paisaje, como siempre, increíble, con extensiones de tierra infinitas, interminables, y rodeados por montanias de gran altura, sobre todo considerando que hacia ya dos dias que circulabamos por encima de los 4000 metros de altura.

Recalculando nuestra distancia hasta Chiguana, supusimos que este seria un buen lugar para pasar la noche, y dentro nuestro hasta llegamos a imaginar una cena en un agradable lugar local... y con este pensamiento en mente llegamos al medio de la nada, en donde pudimos visualizar un hito de cemento plantado, que marcaba nuestro ingreso al Salar de
Chiguana.

 

A la distancia podiamos divisar una estacion de tren y unas reducidas construcciones, que suponiamos serian el pueblo. Al llegar, fuimos cordialmente recibidos por un grupo de gendarmes bolivianos que debian promediar los 18 anios de edad. Nuestra mayor sorpresa fue el ver que el pueblo entero era en realidad, un destacamento militar, rodeado por una pared de no mas de un metro y medio de altura, hecha totalmente de adobe y pintada de blanco.

 

Dentro de esta “fortaleza” se encontraban una serie de construcciones que salvo por su pintura camuflada (en una demostración mas de la contradicción de termino Inteligencia Militar, estaban pintadas de verde, marron y negro... en un entorno que combinaba el blanco de salar con el beige de la arena que rodea al mismo...) podriamos decir que tenian un aspecto casi Lunar.

Los gendarmes nos indicaron que seria necesario registrarnos antes de continuar, y mientras nos disponiamos a realizar el tramite, el jefe del cuartel salio a saludarnos, al tiempo que las chicas dentro de las camionetas se ocultaban de las miradas de los jóvenes militares.

 

Cordialmente atendidos y aconsejados sobre las distancias que teniamos por delante, recibimos una invitacion de parte de jefe del cuartel de pasar la noche alli... la que tontamente y con algo de miedo rechazamos, alegando una inminente necesidad de continuar nuestro camino.

 

Dejamos algo de pan, unos atados de cigarrillos y unas gaseosas para los muchachos, que al igual que los gendarmes de lugares similarmente alejados en nuestro pais, pierden su tiempo... quiero decir, pasan su tiempo cuidando de nuestras fronteras para prevenir alguna inminente invasión que seguramente esta ya por venir...

Llegamos entonces al final del salar y comenzamos a buscar algun terreno apropiado para acampar, ya que el sol se habia ido a perseguir a la luna detrás del horizonte y el frio estaba haciendose cada vez mas presente.

 

Javier encontro un lugar mas que adecuado para establecer nuestro campamento y mientras algunos cocinaban y preparaban picaditas, otros buscaban algo de madera y ramas para hacer un fogon... el que continuo ardiendo mientras Pablo preparaba unas tiritas de queso fritas al sarten y el sabor de un rico vino tinto inundaba nuestras sedientas bocas.

 

El suenio de esa noche fue realmente reparador.

 

La ruta de las Joyas Altoandinas

Al amanecer, el aroma del café que preparaba Verónica fue suficiente para despertarnos, y mientras reacomodabamos los bártulos dentro de las chatas, esperabamos que los 190 kilometros que nos separaban de Laguna Verde pasaran rapidamente para poder disfrutar de nuestra proxima escala, San Pedro de Atacama en Chile.

 

Sin embargo, este hermoso pueblo estaria a un a mas de 10 horas de distancia. Al arrancar, nos encontramos con la novedad de que el tedioso serrucho de camino habia desaparecido... dando lugar a unas muy poco amigables piedras de casi 30 cm que sobresalian del piso sobre el que penosamente rodaban nuestros neumaticos.

 

 

Asi seguimos hasta la primera de una serie de lagunas que visitaríamos en nuestra ruta hacia Atacama. Laguna Canapa fue la primera en presentarse ante nuestros ojos, en donde nos detuvimos a sacar fotos y buscar puntos de referencia para identificar exactamente de que laguna se trataba... cosa que logramos con todo éxito al encontrar un detallado cartel que explicaba nombre y ubicación de la laguna, nuevamente en forma de monolito de cemento.

 

El serrucho siempre presente empezo a tornarse molesto, y los intentos por evitarlo solamente lograban frustrarnos cada vez mas. Subir el volumen del estereo no era suficiente. Al mirar las ruedas de las otras chatas, creiamos por momentos que estas se iban a desprender de sus fijaciones, rebotando ferozmente hacia arriba, abajo y porque no, hacia los costados tambien.

 

El penoso avance nos llevo al siguiente espejo de Agua, la Laguna Hedionda. En este lugar, Carlos se bajo con su camara de 35 mm en mano, y con Silvia a cargo de la puesta en escena y producción (espantar flamencos que le dicen...) se dedico a generar imágenes al estilo Nacional Geographic, con un lago lleno de flamencos rosados a su entera disposición.

 

Pasada esta laguna encontrariamos el primer vehículo visto en 2 dias completos. Una Land Cruiser muy cargada, con 5 ocupantes y combustible suficiente como para cruzar el desierto de Kalahari nos encontro de frente al salir de una curva. Por suerte, el serrucho actuaba de moderador de velocidad, por lo que el encuentro fue mas bien un saludo amistoso en vez de un susto. Pasado el LC, entramos en una enorme pampa de altura, sin vestigio alguno de vegetación, y con muchas piedras filosas sobre el piso.

 

Seguimos asi hasta que luego de casi 5 horas decidimos detenernos a almorzar. A nuestra derecha, la cordillera se veia tapada por nubes grises que traian nieve suave, pero con amenaza de convertirse en una importante tormenta. Mientras repostabamos combustible, preparamos unas sopas calientes y galletitas con pate, para llenar un poco el estomago y ponernos nuevamente en marcha lo antes posible.

 

El camino seguia siendo muy pesado y las chatas parecian desarmarse completamente ante semejante abuso de su robustez. Asi fue como llegamos a otra de las atracciones que ofrecia el camino. El Arbol de Piedra es realmente una maravilla de la naturaleza digna de ser admirada. La erosion eolica genera en este lugar, una atracción estilo talampaya, con un toque artistico y con la posibilidad de pararse junto a ella, admirandola en silencio... escuchando solo el intenso viento.

 

El frio se hacia cada vez mas intenso, y luego de parar a ver el Arbol de Piedra, marcamos en el GPS el destino final dentro del Bolivia, la Laguna Verde. Sin embargo, esta se encontraba aun a una importante distancia como para considerar el tramo del dia como tarea cumplida. Entonces fue que encontramos una verdadera curiosidad. Los caminos en general, no se encuentran muy bien demarcados ni señalizados en Bolivia, por lo que la presencia del cartel de la foto que acompania este relato resulto una verdadera sorpresa.

 

A continuación, llegamos a la Laguna Blanca, para seguir nuestra marcha hasta llegar al puesto de control de Laguna Colorada. En este lugar se sucito otro evento similar al del hotel en Tupiza, que en este caso si vamos a relatar.

 

Pablo P. y Gusti bajaron de la camioneta para entrar al puesto y ocuparse de pagar la tasa, que resultaba ser de 3 dolares por persona, pero que solamente podian ser abonados en Pesos Bolivianos. La siguiente pregunta fue: “Donde podemos cambiar dolares?”... y aquí comenzo la odisea. Primero, el gendarme a cargo de control dijo que no habia lugar para cambiar plata, por lo que suponia que deberiamos regresar hasta donde pudieramos cambiar!!!

A continuación, cuando Pablo estaba a punto de perder la paciencia y la calma (termino mas que discreto para decir que en realidad estaba buscando la barreta dentro de la chata para partile la cabeza al pobre gendarme...), el muchacho indico que quizas alguien podria cambiarnos dolares en el albergue y acompanio el comentario con una muy imprecisa explicación de cómo llegar al lugar.

Pablo y Gusti avanzaron en la camioneta buscando llegar al lugar y por el camino encontraron a dos personas a quienes les consultaron por un lugar para cambiar dinero, mas precisamente, el albergue. “Aquella construccion amigo” indicaron con ademanes los lugarenos sin levantarse del escalon de la puerta en la que se encontraban sentados. Al llegar les indicaron que alli no habia nadie que pudiera darles cambio de Dolares a Pesos Bolivianos, y sugirieron que se acercaran hasta la proveeduría, proveyendo las necesarias indicaciones.

Al llegar, Gusti ingresa a la proveeduría y para su sorpresa, las dos personas detrás del mostrador eran justamente, las mismas que le habian indicado previamente que para encontrar cambio deberian acercarse al albergue! Les pregunta entonces si podian cambiarle los 30 dolares que necesitaba convertir para realizar el pago de la tasa. La respuesta afirmativa de ambos, solo provoco la ira de Gusti, quien les pregunto: “Entonces para que me mandaron al Albergue?” – no hubo respuesta a esa pregunta.

 

Ya con la tasa paga y unos pequenios ajustes a los elasticos traseros de Carlos, quien acusaba que su chata no se sentia muy estable, continuamos avanzando, bordeando la muy colorida Laguna Colorada. Este lugar traia memorias de otro lugar visitado en un viaje previo, el Hoyo Colorado, en el Valle de Las Lenas en Mendoza.

 

El eterno serrucho se hacia presente nuevamente, y los amortiguadores estaban mostrando su cansancio, al punto que ambos amortiguadores delanteros de la chata de Carlos levantaron tal temperatura que los fuelles se derritieron totalmente haciendonos pensar que los amortiguadores estaban reventados. Sin solucion inmediata para el problema, seguimos avanzando hacia la Laguna Verde con algo de precaucion.

 

Los picos de las montanias cercanas comenzaban a cubrirse cada vez mas por nubes muy densas y la temperatura que bajaba, amenazaba con una inminente tormenta de nieve. No paso mucho tiempo antes de que nuestras sospechas se volvieran realidad y de repente, la situación paso de un total relax a un nivel de ansiedad al menos, para no decir tension, mientras ingresabamos a la tormenta de nieve que ahora nos envolvia, ya por encima de los 5000 metros, nos encontramos llegando al puesto de migraciones (curiosamente distante unos 40 km de la frontera).

 

Esta era la vista a traves del parabrisas de Javi, que continuaba avanzando mirando mas el GPS que la propia ruta. Los caminos se tornaron confusos entonces y la intensa nevada limitaba la visibilidad, por lo que debimos formarnos mas cerca uno de otro para evitar perdernos. Asi seguimos adelante, rompiendo algunas bardas de nieve y deseando de una buena vez por todas poder llegar a ver la Laguna Verde.

 

Pocos kilómetros mas adelante, encontramos el cartel indicador del puesto de control de aduanas, por lo que nos desviamos por el camino hacia la derecha para completar los tramites de migración.

 

Ingresamos al camino en direccion al puesto y para nuestra sorpresa, nos encontramos que este se encuentra emplazado dentro de las instalaciones de una estacion de energia Geotermica, a mas de 5000 metros de altura (curiosamente distante unos 40 km de la frontera).

 

Entregamos alli nuestros papeles de ingreso y continuamos avanzando hacia Laguna Verde, la que parecia que cada vez se alejaba mas en lugar de acercarse. Al encarar el camino de regreso, sospechamos que la tormenta podria llegar a tapar nuestro camino de mantenerse asi de copiosa.

 

Nuestras sospechas llegaron a parecer bien fundadas en algun momento, pero mientras nos acercabamos desde el norte al Volcan Licancabur, ingresamos en un muy amplio valle en donde la luz del sol que comenzaba a ponerse detrás de la cordillera teñia de anaranjado y amarillo todo a nuestro entonrno.

 

La inmensidad de este valle, solo se veia interrumpida por unas formaciones rocosas que se encontraban sobre la margen contraria a la que nosotros circulabamos. Debatimos si estas grandes piedras eran solo las puntas que asomaban desde debajo de la tierra, insinuando la inmensa formación que debajo debia encontrarse, o si por el contrario, estas habian sido arrastradas hasta alli por glaciares algunos millones de años atrás.

 

Finalmente y luego de tanta ansiedad vemos al salir de un valle, ya casi al pie del gigantesco e imponente Licancabur, la hermosa Laguna Verde. Respiramos ya mas tranquilos, sabiendo que nuestro destino para ese dia ya se encontraba al alcance de nuestras manos.

 

Sacamos las fotos de rigor junto a la Laguna Verde y aunque lamentamos no contar con tiempo suficiente para rodearla y disfrutar del paisaje un poco mas (la nevada continuaba amenazante a nuestro alrededor), metimos pedal al piso para llegar a tiempo al cruce fronterizo.

 

Llegamos al puesto de control fronterizo y luego de abonar el importe asociado al tramite de migración, escuchamos con agrado que el asfalto se encontraba a solo 4 km. Jugamos entonces con la nieve del camino, deslizando las chatas y arriesgando un poco mas una potencial encajada, hasta llegar a la ruta 47 que lleva al Paso Internacional de Jama desde el pueblo de San Pedro de Atacama.

 

La bajada infinita desde alli hasta Atacama nos dio un descanso en el nivel de atención en el manejo sin demorar nuestro ritmo en absoluto. Cuarenta minutos mas tarde estabamos comenzando los tramites de ingreso a Chile y luego de una hora, nos instalabamos en el Hotel Katarpe para un merecido descanso.

Los motores de las chatas se silenciaron por primera vez en el dia, luego de mas de 14 horas de marcha continua. Una merecida ducha y aquellos que no se encontraban indispuestos por el mal de altura o por algun tipo de indigestión (Gusti y Paula fueron los primeros en caer, seguidos luego por Vero y Silvia), salimos a caminar por Atacama, a disfrutar un poco de esta verdadera “Perla”.

Un pueblo digno de un paseo a pie, lleno de buenos restaurantes, inundado de turistas de todas partes del mundo y a solo 2000 kms de Buenos Aires es algo digno de ser visitado por todo aquel que pueda. Este lugar, con tantos atractivos para el turismo alternativo y tan bien conservado, deberia ser una Mecca del 4x4 en Sudamerica... lastima los precios!

La cena fue placentera y al regresar al hotel para dormir, conversamos con dos brasileños que regresaban del paso de Jama, que habia sido cerrado por nieve. La intriga se mantendría hasta la mañana siguiente.

Un intenso paseo por la Puna

Al despertar, nos pusimos en plan de revisar las chatas, luego del castigo recibido durante 3 dias del peor ripio del mundo (Mucho, pero mucho peor que la R40 al sur de Malargue) y mientras haciamos esto, las chicas salieron a pasear por San Pedro, luego de desayunar.

 

 

La novedad de que el paso estaria abierto desde las 11 am nos dio tiempo suficiente para realizar una revision en detalle, ademas de ajustar todos los tornillos flojos que hubiera, y llenar los tanques de combustible (que venian algo agotados luego de 2 dias sin repostar).

Cerramos la cuenta del hotel y nos fuimos hacia el centro a encontrarnos con las chicas y a pasear un ratito tambien.

 

Algunas puertas y vistas de este pueblito llamaron la antencion como para dedicar algunos bytes de esta pagina para mostrar su belleza.

Para aprovechar la mañana, decidimos pasear brevemente por el Valle de la Luna y la Cordillera de la Sal, que ofrecieron paisajes y espectáculos realmente impresionantes y nos dejaron boquiabiertos ante tamaña manifestación de belleza por parte de la naturaleza.

 

El medano del final del recorrido probo ser algo desafiante para las chatas, que cargadas todas con doble tanque de combustible y con mas de 35 libras de presion en las ruedas. Llegar hasta arriba resulto un gran desafio y el premio que ofrecia el balcon superior bien valio el esfuerzo.

 

Luego del paseo, ahora si, encaramos hacia arriba, al paso de Jama, sabiendo que ya se encontraba abierto y que las maquinas se encontraban despejando la ruta. La trepada es realmente intensa, con tramos en los cuales se dificulta el pasar de 30 km/h, por mas que se trate de un camino asfaltado en impecables condiciones.

 

Una vez arriba, encontramos dos maquinas despejando una insignificante lengua de nieve, por lo que creimos que el cierre habia sido absolutamente innecesario. Sin embargo, mas adelante encontramos tramos en los cuales continuaba nevando, asi que extremando precauciones, llegamos al trecho final de asfalto, que culmina al llegar al limite con Argentina.

 

Algunos mientras tanto, venian sufriendo los embates de la altura, producto de la prolongada estadia por encima de los 4000 metros a los que los ultimos dias del viaje nos venian sometiendo...

 

Sacadas las fotos de rigor, metimos “pata” para adelantar un par de camiones que estaban en la ruta entre nosotros y el puesto fronterizo. Lamentablemente, el cierre de la frontera provoco que del lado Argentino se amontonaran mas de 100 camiones de carga y varios colectivos de pasajeros, generando una demora de mas de 3 horas y media en el tramite de inmigración.

Los retrasos sufridos nos obligaban a replantear la ruta, ya que mas de uno de nosotros no estaba en condicion alguna de llegar mas tarde del domingo a Buenos Aires, y aun nos quedaba por visitar el Salar de Arizaro, Antofalla y el campo de Piedra Pomes.

El ripio de la R16 estaba en buenisimas condiciones, y la ausencia de transito nos invito a llevar un ritmo comodo de cerca de 80 km/h, por lo que casi no nos preocupamos al recibir por radio el aviso de Pablo, poniendonos al tanto de que deberia detenerse a cambiar una goma.

Calculamos mientras tanto, que la ruta hasta la Mina La Casualidad nos tomaria al menos unas 5 horas, por lo que la llegada seria bien entrada la noche y esto no estaba en nuestros planes.

Retomamos la marcha en menos de 10 minutos, pero al llegar al final de la misma recta donde Pablo habia cambiado su cubierta, el destino del viaje y el ritmo del mismo cambiaria de manera definitiva.

Una curva no muy cerrada hacia la izquierda y en subida, fue cantada por quienes veniamos en la delantera, principalmente debido al piso suelto que presentaba. Charly no tuvo tiempo siquiera de asimilar el mensaje, puesto que su chata ya se encontraba de costado, inclusive antes de llegar a la curva.

Todos sus ezfuerzos para enderezarla fueron inútiles, principalmente porque un amortiguador totalmente descogotado y trabado en su minima extensión, atentaban contra la maniobrabilidad de la chata... entonces, lo que sono por radio fue realmente muy desolador.

Gusti con el micrófono en la mano y con la calma que se le atribuye a quien acaba de ver un fantasma, nos avisa que regresemos con cuidado: “Vuelvan tranquilos, nosotros ya estamos aca, Carlos volco.”

Al llegar, pudimos ver al Aguila Blanca sobre sus cuatro ruedas, aunque con un aspecto algo desencajado. Pablo y Gusti tenian una mirada que mostraba perfectamente lo que acababan de ver. Cuando nos acercamos, dijeron sin vacilar: “Dieron como 4 vueltas, no entiendo como no se mataron”

 

 

Nos pusimos entonces en campania para poner la chata en condiciones de andar. La puerta del conductor funcionaba perfectamente, y solo hizo falta meter el Hi-Lift entre el techo y el piso del lado del conductor, para poder levantarlo un poco y lograr algo de visibilidad hacia adelante.

 

Nos pusimos en marcha lo antes posible, para tratar de evitar que se nos fueran las horas de luz, y sobre todo, el calor del sol, que unas horas mas tarde, seria casi soniado.

Trazamos una supuesta ruta con el GPS, que seria la forma mas rapida de llegar a San Antonio de los Cobres, para luego dirigirnos a Salta y dejar la chata en un transporte. Seguiríamos por la R16 hasta la R70A y luego bajariamos desde alli hasta Olacapato, para encarar hacia el este. Estimabamos alrededor de 5 horas de viaje hasta San Antonio, con un ritmo de cerca de 40 km/h y 210 km por delante.

En la practica, las cosas no serian tan faciles. En primer lugar, nos subimos a la Chata Javier y Andres, quien escribe, ya que que Carlitos estaba algo golpeado (en un intento de sostener a Silvia que venia sin cinturón de seguridad durante el accidente). Nos emponchamos entonces, y con antiparras y guantes de esqui, nos pusimos en movimiento.

El primer atentado contra nuestro horario de arribo fue el equivocarnos en una bifurcación, y tomar la R70B en vez de la A. Esto no solo nos costo mas de 45 minutos de trayecto total, sino que ademas nos llevo hasta una altura tal en la que una fuerte tormenta de nieve comenzo a abatirnos sin intenciones de darnos descanso... sobre todo a quienes veniamos en la chata sin vidrio alguno...

Retomamos nuevamente la R16, esta vez, con Javi munido del correspondiente GPS para poder guiarnos en la ya oscura noche. Continuamos avanzando hasta que los GPS marcaban la presencia de la ruta (que habia sido corrida por las obras) casi 500 metros al norte de su ubicación actual! Una vez sobre esta, encaramos con rumbo sur, bordeando el Salar de Cauchari, el cual luego atravesamos hasta dar con el poblado de Olacapato.

Subimos ya a la ruta 37 que lleva de Olacapato a San Antonio de los Cobres, comenzamos a soñar con una cama caliente y una rica cena, al tiempo que los hombres quienes un año atrás habiamos recorrido la misma ruta, lamentabamos no poder mostrar a las chicas el Viaducto de la Polvorilla.

El trecho sin embargo, se haria absolutamente devastador y muy pero muy difícil. Por suerte, a medida que llegabamos a San Antonio, y en medida que descendiamos unos cuantos metros, la temperatura fue mejorando y las nevadas intermitentes desaparecieron por completo. El tramo final de aproximación parecia tener 10 veces mas curvas que en oportunidades anteriores, y el frio intenso solo hacia pensar que cada vez faltaria mas en vez de menos.

Dentro de la chata de Charly, Javier y yo veniamos hablando de lo profundo que nos pegaba el hecho de este accidente y de cómo uno a veces discute o reniega de algo con un amigo, sin darse cuenta lo cerca que puede llegar a estar de perder a ese amigo para siempre. Estabamos tambien seguros de que dentro de las otras chatas, las conversaciones eran prácticamente las mismas.

Llegamos al hotel absolutamente exhaustos cerca de las 12:30 de la noche y para nuestra decepcion, encontramos que el hotel estaba lleno y solo habia 1 habitacion disponible. Si mucha consulta entre nosotros, Carlos y Silvia fueron a parar a la habitación para recibir un merecido descanso, mientras que el resto de la “tropa” enfilo hacia el destacamento de Gendarmeria, donde fuimos cordialmente recibidos por los oficiales de guardia.

Su inmensa amabilidad no solo nos brindo abrigo en las barracas de los soldados, junto con algunas frazadas y almohadas, sino que ademas, se encargaron de llamar al restaurant Inca-Huasi para que nos esperaran para cenar.Media hora mas tarde, devorabamos unas ricas milanesas con pure y papas fritas, acompañadas de Coca-Cola, que para algunos tiene un sabor distinto en este lugar...

 

Algunos nos aventuramos a una ducha, que en principio parecio amedrentadora, pero luego probo ser mas que agradable y muy bienvenida. El sueño nos invadio inmediatamente, casi ocultando el intenso frio que hacia dentro de las barracas, y la tierra que flotaba en el aire cada vez que alguien agitaba las frazadas que nos habian prestado.

 

La ruta de los Valles Calchaquies

 

El amanecer del dia siguiente fue muy soleado. Nos encontramos para desayunar en el Hotel de las Nubes, en donde el administrador amablemente permitio darse una ducha a quien quisiera.

 

Mientras tanto, Charly regresaba de la gomeria con la noticia del estado del amortiguador, que explicaba el porque del comportamiento tan indócil de la chata, inclusive antes del vuelco, y de cierta manera, le devolvia algo de amor propio, por saber que una falla mecanica era la probable causa de su accidente. Luego de un breve recorrido por el pueblo, encaramos hacia la ciudad de Salta, siguiendo la serpenteante ruta de ascenso del Tren de las Nubes.

 

 

Dentro del pueblo pudimos sacar algunas fotos muy bonitas y en particular, a la salida del pueblo encontramos un cartel que nos llamo la atención y que guardamos en forma digital para que todos lo podamos disfrutar.

 

En el camino de bajada hacia Salta, a la altura del desvio hacia el Acay, nos cruzamos casualmente con Ivan Elias, quien venia subiendo en su vitara acompañado de su familia, con quien nos saludamos por la radio al tiempo que seguimos nuestro camino.

 

Entramos en la ruta de descenso, pasando por poblados de mucho renombre como Tastil y otros no tan conocidos, pero tan merecedores de la misma fama que este. Iglesias muy simples y hermosas adornan todo el camino, rodeado de coloridas laderas que hacen de este uno de los valles mas lindos de la zona.

 

La ruta continua su descenso siempre vigilada desde lo alto por el terraplen de la via que cruza varias veces el rio en el fondo del valle, haciendonos pensar en la gran obra de ingenieria que habra requerido su construccion.

 

Llegamos a Salta, en donde luego de un breve almuerzo tomamos la ruta 68 hacia los Valles Calchaquíes, con destino final para ese dia en Tafi del Valle. Parada obligatoria resulto el pueblo de Alemania, en donde habiamos emprendido una epica caminata un año antes en busqueda de huellas de dinosaurios, acompañados por Gary Pekarek y Santiago Salomon.

 

Luego nos detuvimos en la Garganta del Diablo y el Anfiteatro para descansar nuestras pupilas en estas extrañas formaciones rocosas y donde tambien aprovechamos para dejar fluir nuestra imaginación tratando de determinar como algo que hoy esta tan inclinado pudo alguna vez estar en posición horizontal.

 

La ruta nos lleva luego por los Castillos y otras formaciones rocosas, para desembocar en Cafayate, ultimo pueblo dentro del territorio salteño antes de ingresar a Tucuman por la ruta 40. Repostamos combustible en este lugar y limpiamos faros y parabrisas para encarar este ultimo y sinuoso enlace.

Otra vez fue demasiado tarde para poder parar en Ruinas de Quilmes, aunque repetimos nuestros votos de intencion de volver a este lugar en un viaje específicamente destinado a recorrer la zona. Seguimos de largo entonces, pasando Amaicha del Valle hasta entrar en la ya conocida niebla que anuncia la proximidad de Tafi del Valle.

La niebla nos jugo una mala pasada en esta oportunidad, escondiendonos la entrada norte al pueblo, por lo que encontrar nuestro hotel sin waypoint resulto de pronto, algo mas complicado que lo esperado. Sin embargo, luego de un par de giros en U y retomes por calles angostas, llegamos al Hotel Los Cuartos para pasar la noche.

La cena transcurrio en un agradable restaurant, y aunque existieron algunas diferencias con el sistema contable tucumano versus la contabilidad tradicionalmente aceptada, disfrutamos a pleno de la “ultima cena” de esta travesia. Las camas fueron mas que comodas y nos abrazaron con mimos a la hora de irnos a dormir.

Sweet Home Buenos Aires

Asi dice la cancion que Javier Calamaro re-versiono, a modo de “homenaje” a Lynard Skynard... y este era nuestro destino de hoy. Para agregar un territorio mas recorrido en este viaje, decidimos tomar por el norte de Catamarca para ingresar a las Salinas Grandes de Cordoba y seguir luego por la ruta 9 hacia Rosario.

El transito se mantuvo dentro de lo aceptable, pero la cantidad de pueblos que atraviesa la ruta, en complot con los semáforos y los ciclomotores que circulan por estas latitudes, nos invitaron a empalmar la vieja y conocida ruta provincial 6 que pasa por Tres Isletas, Arequito y otros poblados hasta entrar en las inmediaciones de Casilda en la ruta de circunvalación de Rosario.

Retomamos la ruta 9 a la altura de la planta de GM y desde alli, plantamos los aceleradores a fondo hasta Buenos Aires. Besos y abrazos de despedida se dieron lugar en la YPF de Panamericana y Debenedetti, en donde Javi y Carlos tomaban hacia sus respectivos hogares, mientras que Pablo dejaba en su casa a Gusti y Ceci, y Andres y Vero seguian hasta el hospedaje temporario de este.

Muchos viajes hemos tenido entre todos, y cada uno de ellos esta lleno de experiencias que nos unen y nos fortalecen, tanto en lo personal como en la dinamica grupal. Este viaje tambien fue uno de esos... ademas, no fue solo un viaje mas.

TOYOTA ADVENTURE TEAM

PD: El Aguila Blanca ya no esta mas entre nosotros, y le estaremos siempre agradecidos por haber cuidado de Charly y de Silvia y por habernos acompañado en tantos lugares tan pero tan lindos que este pais tiene para ofrecer.